Ojos    de    hambre

    Tenía los ojos inyectados en sangre, apenas tenían brillo. Tirado en el suelo, al lado del cajero automático, aquel hombretón que despedía un olor repugnante, me transmitió una amargura absoluta.
    Normalmente soy poco generoso con la gente que va pidiendo por la calle. Pienso que muchos van a utilizar el dinero que les dé para malgastarlo en alcohol o en alguna otra sustancia estimulante.
    Aquella tarde de invierno sus ojos no me dejaron lugar a la duda. Aquel hombre necesitaba ayuda y yo me iba a erigir en superhéroe convencido. Experimentaba una agradable sensación de ser útil, generoso, pero, al mismo tiempo, "no iba a fallar" como aquella vez que le di dinero a una joven para que comprara un bocadillo y, después de jurarme y perjurarme que lo iba a hacer, se lo gastó en ...
    Atravesé la plaza del Ayuntamiento a lomos de un caballo blanco alado. Me interné sin temor hasta lo más profundo de la calle Mayor.
    - ¿Dónde hay un bar? Espeté al mundo y el destino me contestó, a la banda derecha. Pequeño, sin apenas decoración. Unos azulejos lisos y simplones en las paredes. Una mujer rumana intentando sobrevivir con unas pocas viandas en el mostrador.
    - Venga, va, buena mujer prepare usted un bocadillo importante. Lomo, tomate, lechuga, cebolla y un buen chorro de aceite.
    - ¿Quiere queso?
    - Por supuesto, por supuesto.
    No cabía en mí de gozo. Era maravilloso. ¡ Por fin me estaba sintiendo realizado!
    La rumana era mi escudero fiel. Era mi Aldonza Lorenzo.
    Pagar. Sí, sí. Pagar, pagar. Si no se paga no se llega al clímax filantrópico.
    Bien pertrechado con mi tesoro en forma de viandas y sin poder ver más que mi objetivo, fui de vuelta al castillo automático donde tantas riquezas vedadas para el común de los mortales, se guardan. Iba en busca de "mi hombre". Iba a cuminar mi gran hazaña. Estaba seguro que ni Ricardo Corazón de León lo tenía tan grande como yo en ese momento. ¡Cuánto agradecía mi educación de pago!
    Querido amigo, ¿piensas acaso que esta historia va a tener un final feliz o no? Pues ahí va el final.
    Con unas fuertes palpitaciones según me iba aproximando pensaba que, algún día, podría dar a conocer a todo el mundo lo maravilloso de hacer el bien a los demás.
    Abrí la puerta y allí estaba él.
    Su piel era de un color negro intenso, algo ajada por la edad y por los sufrimientos. Tal vez él vino a esta ciudad buscando su particular "dorado" y como tantos otros solo encontró hambre y más dolor. El dolor de la falta de ayuda, de la falta de oportunidades, de la lejanía de los suyos. Seguro que allá en su país había personas que soñaban con el apoyo que iban a tener gracias al éxito de su pariente.¡Si pudieran verle!
    Exultante, me dirigí a él para ofrecerle la comida y ¡oh no!, ¡no era posible! En sus huesudas manos se mecía un bocadillo enorme. Creo que nunca había visto un bocadillo tan grande.
    Lo siento amigo, pero he de confesar que sentí la decepción más grande de toda mi vida. Mi ayuda "desinteresada" se había devaluado de una forma instantánea.
    Adiós a la aventura quijotesca, adiós al idealismo. Los pies en la tierra y andando.
    - Te había traído un bocadillo, pero ya veo que estás bien preparado... Bueno, al menos, si quieres el refresco, está bien frío.
    Su mirada se centró primero en mis ojos y luego con una mueca indescriptible alargó la mano hacia la bolsa. Sacó la bebida y la colocó en el suelo, a su lado. Luego desenvolvió el bocadillo y comenzó a pasar el lomo y la ensalada al suyo. Puso la tapa de pan y lo apartó sobre una tela
    Su cara no expresaba ninguna sensación. Te ahorro la descripción de la mía. A continuación, abrió el refresco y bebió un sorbo largo y placentero. Agarró su bocadillo y volvió a mirarme. Con algo de esfuerzo me dijo: "Gracias" y se dispuso a engullir aquella enormidad. SEntí que me había despachado y salí de su fortaleza cabizbajo y pensativo.
    Amigo lector, cada vez que recuerdo aquella experiencia trato de encontrar la palabra que pueda definir los sentimientos encontrados que me invadieron. Tal vez, tú puedas ayudarme a comprenderlo. Un saludo.



Comentarios

  1. ¡Me ha gustado mucho tu relato! Todos alguna vez nos hemos llevado un buen chasco.

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